Para lo que vivimos en una ciudad de mediano tamaño, cada mañana nos apuramos a encender nuestros equipos electrónicos para ver qué noticias hay de la familia, de la política, de la economía, de los buenos días que te llegaron, de los mitotes de las vidas ajenas, de la pandemia, del resultado del deporte que se jugó anoche, de los muertos que amanecieron hoy, los likes que se sumaron en nuestro sitio, los acontecimientos mundiales, de las oraciones que nos dirigieron y los mensajes de buena voluntad de los demás. Y empezamos a definir prioridades.
Renegamos por la velocidad del internet, los minutos del ritual de bañarse, vestirse, peinarse y embellecerse se compactan y el estrés empieza a cumularse. El desayuno de los pequeños se reduce a unos tragos de leche y empezamos a movernos porque hay que llegar a la parada del camión, al semáforo que se tarda para ponerse en verde, a la puerta de la escuela que se cierra a las 7:30, a la puerta del trabajo, o al local que tenemos que abrir porque los clientes saben que a las 8:00 debe estar abierto.
Todos los días amanecemos con noticias y mensajes que nos llegan por diferentes vías y nos van modificando nuestro estado de ánimo y van guiando nuestros pensamientos hacia temas tan diferentes que a veces ni siquiera habíamos planeado atender el día de hoy. Vivimos a expensas de un bombardeo de noticias que moldean nuestras prioridades y dejamos de atender con frecuencia lo que habíamos planeado y dejamos de lado lo que realmente es importante. Somos como el plancton que se mueve en una corriente marítima y que aunque quisiéramos no pertenecer a ella no hacemos el esfuerzo suficiente por no dejarnos llevar. Procuramos mantener en nuestra mente los temas prioritarios de nuestras vidas personales y de nuestra vida profesional y a veces quisiéramos salirnos de esta corriente y no podemos. La vertiginosidad de los acontecimientos que se van ocurriendo unos tras otros, a través de la información que recibimos, nos roban el espacio de nuestros temas vitales y trascendentes de tal modo que solamente somos y hacemos lo que la corriente nos indica. El mundo de la información que vivimos está cambiando la vida de todos hasta hacernos predecibles y me preocupa la manera en que nos afecta.
En los próximos días me propongo comentar contigo “Lo que pasa por mi mente” y espero que te ayude a aclarar “Lo que pasa por tu mente".
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